Declaración de principio

No sé por qué hago esto. Los blogs en estos días pueden armarse en unos pocos minutos, lo difícil es mantenerlos. En todo caso ahora cometo la irracionalidad de iniciar otro blog más. Y comienzo por este principio, para recordarme que este era un proyecto de escritura mil veces postergado, uno que ahora ha perdido un poco de definición pero tal vez la recupere, y que de lo contrario correrá el mismo desatino de autosuicidarse en la desactualización y la paralización, tan frecuentes en nuestro cibermundo.

Tal vez resulte evidente, pero en cocina soy un amateur aficionado. Desde los tiempos en que la abuela Berta me proponía ayudarla mientras contaba de sus menjunjes. Como gastronauta defiendo la diversidad, tropiezo con los fuegos de artificio. Tengo poca paciencia para la sofisticación y las modas. Recetas no, preparaciones si. Los mercados me encantan. Y los utensilios también. Los ingredientes, la historia, los secretos. Culinaria, restauración. Geopolítica, alimentos, y alimentación, cultura de los pueblos. Literatura y arte. No combino los vinos según, y como. Adoro la vida en la cocina como sede del fuego, del hogar (aunque no sea la mía).

En los últimos tiempos está de moda vapulear a los humanos. Algunos dicen que el planeta estaría mejor sin nosotros. Depredamos, matamos. Estamos en celo todo el año y tenemos sexo por placer. Talamos, fabricamos máquinas infernales, especulamos, producimos toneladas de desechos incluyendo los más íntimos. En fin, la lista es infinita. Y eso que ni siquiera había mencionado el cambio climático. Además somos demasiados, y algunos comemos mucho. Otros, demasiados, pasan hambre. Por si fuera poco: en general…¡somos omnívoros! Y por cierto, los humanos cocinan. ¿Desde cuando? Pues desde el principio, creo.

Luis Córdova, una tarde limeña

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